Empecemos por el principio. Cuando eras un bebé dentro del útero de tu madre tu alma encarnó en tu cuerpo. Tu alma proviene de la esencia, del amor y ahora está buscando volver al amor, a su origen. Por esa razón, una de las mayores preocupaciones del ser humano es tener una relación en la que pueda dar y recibir amor.

Pero, cuando el bebé nace y comienza a relacionarse con el mundo sus figuras principales de referencia son papá y mamá. De estas relaciones aprende cómo se da y se recibe el amor en el mundo . Sin embargo, esto le causa dolor ya que para el bebé el amor es ser aceptado tal y como es, pero ve que cuando se muestra así, no le aman y es en ese momento cuando se despiertan las heridas de la infancia: abandono, rechazo, traición, injusticia y humillación.

Para poder sobrevivir creaste un personaje, el ego, que no es más que la parte de ti que te cuida para no volver a sentir el dolor de tu infancia y desde ahí sientes la seguridad para relacionarte con otras personas.

No obstante, es en la relación de pareja donde de nuevo aparece tu necesidad de que te acepten tal y como eres, ya que la pareja representa la fuente de amor de la persona adulta y es por ello, que en estas relaciones es donde se activan con más fuerza las heridas de la infancia.

Al relacionarte desde el personaje estás cuidando la parte más vulnerable de ti y a la vez te estás escondiendo, porque a nivel inconsciente piensas que hay algo malo en ti que no puedes mostrar, por lo que te defiendes o atacas a tu pareja al sentir que te está agrediendo (abandonándote, rechazándote, tratándote de forma injusta, traicionándote o humillándote) como lo hicieron tus padres.

Sin embargo, tu alma busca incansablemente volver al amor y es por eso que idealizas a tu pareja o tratas de que cambie para tener la relación perfecta que anhela tu corazón.